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jueves, 22 de mayo de 2008

MUSEO DE ENERVANTES - MUSEO DEL NARCO

Ayer vi de pasada en la televisión una curiosa noticia que trataba sobre "El Museo del Narco" en ciudad de México, así que he buscado algo sobre el tema.

El ostentoso encanto de la narcoburguesia


Museo del narco

En México, país de museos, hay uno que no figura en las guías turísticas ni está abierto al público. Se ubica en el búnker de la secretaría de Defensa y el acceso está permitido sólo a personal militar. Dicen que es único en el mundo. Es el Museo de Enervantes de la Ciudad de México y se le conoce popularmente como el Museo del Narco.

La exposición se fundó en 1985 para instruir a los 16 mil soldados que combaten el comercio ilegal de estupefacientes. En sus salas se exhiben amuletos, fetiches, réplicas de objetos, fotografías y pertenencias de traficantes de drogas. Y armas que en algún momento dispararon contra la policía, el ejército o bandas rivales.

En una de las vitrinas hay una Colt calibre 38, con las cachas bañadas en oro, 22 esmeraldas y 389 brillantes que forman las iniciales A.C.F. Perteneció a Amado Carrillo Fuentes, "El Señor de los Cielos", ex cabecilla del cartel de Juárez. El capo murió en 1997 cuando un médico intentaba cambiarle el rostro en una sala de cirugía. Su cuerpo nunca se encontró. Dicen que le había regalado el arma de empuñadura dorada a Joaquín "El Chapo" Guzmán, jefe del cartel de Sinaloa detenido en 1993, quien en enero de 2001 se fugó de la cárcel de máxima seguridad donde organizaba banquetes para cien invitados. Guzmán huyó oculto en un carro de ropa sucia con la protección de guardias a su servicio.

El museo guarda un fusil R-15 con una palmera de oro grabada en el cargador. Otra seña de identidad: su dueño era Héctor Luis "el Güero" Palma, lugarteniente de "El Chapo" y uno de sus principales gatilleros.

Entre las piezas se encuentra una camiseta antibalas fabricada en Colombia que perteneció a Osiel Cárdenas, cabecilla del cartel del Golfo. El arsenal incluye lanzagranadas, sub-ametralladoras con rayos láser y rifles con mira telescópica. También muestra escopetas caseras, armadas con tubos y percutores de hierro soldado, usadas por los campesinos al servicio de los carteles para protegerse mientras recogen "la cosecha".

Hay símbolos de religiosidad, como una pistola con la imagen en oro y plata de la Virgen de Guadalupe en la culata. Y de mal gusto, como una puerta de madera "hallada en la casa de un narco de medio pelo" que muestra a un bandido armado entre plantas de mariguana. También hay una maqueta a tamaño natural de un campamento del narcotráfico, un laboratorio procesador de heroína y una réplica de la capilla de Jesús Malverde, el santo de los sicarios.

La muestra incluye una enumeración de todos los enervantes que circulan por México y los más variados escondites para su distribución: muñecos de peluche, jarrones, animales disecados, depósitos de gasolina, macetas.

Uno de los guías del Museo del Narco explica que ha surgido una segunda generación de traficantes, conocidos como los "narcojuniors". Algunos de ellos son universitarios, alejados de la imagen vulgar de sus padres o tíos, y evitan la ostentación. Se mueven como ejecutivos de empresa, aprovechan las ventajas de la llamada globalización y son expertos en "lavado" de dinero. Esta nueva promoción también es más "científica": logró elaborar cocaína negra, teñida con tinta, para burlar los controles aduaneros.

Lo único que los "narcojuniors" conservan de sus antecesores son los métodos violentos. En un país densamente poblado, con altas tasas de natalidad y escasa aplicación de métodos anticonceptivos, ellos aportan su grano de arena para evitar la súper población. Son menos científicos, claro: aprietan el gatillo y aumentan los índices de mortalidad.

Para que los soldados se instruyan acerca de cómo viven y mueren los zares de la droga, el museo expone en sus primeras salas algunos rasgos folclóricos de la narcocultura. Hay discos compactos con narcocorridos y un maniquí con narcoatuendo: sombrero texano, gafas oscuras, camisas estampadas, cinturón con enorme hebilla y botas vaqueras.

En ciudades como Tijuana, Obregón, Culiacán o Guadalajara los capos viven en mansiones ubicadas en las zonas residenciales de los ricos, que compran muy por arriba de su valor real. Hacen inversiones multimillonarias en sociedad con empresarios respetables. Conviven -"y a veces tienen a su servicio"- con los jefes y agentes policiacos supuestamente dedicados a perseguirlos. Departen socialmente con funcionarios públicos de todos los niveles. Entregan donaciones a hospicios, hospitales, asilos, iglesias y seminarios. Ayudan a sus coterráneos y financian obras públicas en las localidades de donde provienen.

Mucho más sobre el tema en...

http://riie.com.mx/?a=43088

En este enlace teneis un VIDEO, con un pequeño reportaje... espero que os guste.

http://loswonders.wordpress.com/2008/04/08/museum-of-drug-trafficmuseo-del-narco/

Saludos...

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