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lunes, 3 de octubre de 2011

CECILIO ANDRADE … EL ESPÍRITU DE LA CABALLERÍA EN EL SIGLO XXI

 
Los Caballeros medievales llevan más de 700 años convertidos en imágenes más o menos poéticas de libros más o menos leídos. Hasta el punto que ya en el 1600 Cervantes enloquecía a su Don Quijote con aquellas novelas.

Al igual que los samuráis en una fecha mucho más cercana (1870), la sociedad ya no necesitaba de guerreros entregados, de luchadores honrados y sacrificados.


Se utilizaron sus figuras para hablar de épocas pasadas más o menos idealizadas, o incluso ridiculizarlos para marcar lo perdido, o lo ganado, para muchos otros, por su desaparición a favor de un mundo más materialista, interesado y egoísta.

Fueron todos ellos apartados de la historia, olvidados por inútiles, pero… ¿realmente son inútiles hoy en día? ¿O simplemente, fueron realmente inútiles alguna vez? ¿No tienen cabida sus valores, sus principios, su ética, en el actual modo de vida?

El cine y la literatura sigue sacando personajes que sin armadura ni yelmo, sin lanza, cimitarra, katana o maza, aunque algunas veces también llevan todo eso, solo son caballeros andantes o samuráis modernos, que luchan por el débil es pos de lo que es justo y bueno.

Ya sean de una piel más clara o más oscura, unos ojos más oblicuos o más redondos, todos los Códigos de Caballería tienen unos puntos en común, un nexo que demuestra que existen valores humanos que trasciende razas, culturas, religiones, patrias y todas esas “cosas” tan valoradas por algunos. Lealtad, auto-sacrificio, justicia (que por desgracia la mayoría de las veces no es sinónimo de ley), sentido del Honor (de la vergüenza para los que no les guste la anticuada palabra Honor, aunque esto solo es parte del significado), educación, modestia, humildad, espíritu marcial, principios y valores, podrían ser los más destacables.
Para algunos lo son hoy en día.

Veamos seis valores que para un guerrero celta, un savarano del imperio sasánida, un équite romano, un Roldán o un Cid, un caballero de Selaheddîn (Saladino en Kurdo), un samurái, y, por qué no, también para un legionario leal al Credo de Millán Astray… y para muchos otros, que serian tan comunes que prácticamente sería como si hubiesen vivido en la misma época y lugar, y hablasen el mismo idioma.

Entonces quizás podamos ver si hoy en día siguen siendo valores importantes o simples curiosidades de una época perdida o quizás que nunca existió.

Sentido de la Sinceridad, del Deber y la Lealtad.

Saber cuál es el Deber de cada cual, lo prometido, o simplemente lo dicho, la palabra dada, el saber por qué y para que debemos hacer algo por mucho que nos cueste y nos duela. El que la palabra pronunciada tenga rango de ley sagrada e irrompible, en la cual todos saben que pueden confiar.
Jamás abandonar el deber, la obligación, al compañero, al ciudadano aunque ello no sea ni lo más cómodo ni lo más beneficioso.

Recordando que ese Sentido no solo se plasma en momentos de riesgo extremo, sino también en esas situaciones tan normales, cotidianas y aparentemente inocuas que algunos sacan como pretesto para relajar y decir aquello de “esto no tiene importancia, es una pequeña libertad, un caprichito, en lo importante no soy así”.

No existe aquí lo grande o pequeño, si fallamos al deber y la lealtad en lo “pequeño” y fácil ¿cómo podremos saber cumplir en lo grande?

Nosotros, profesionales armados, hacemos nuestro camino al andar día a día, sin necesidad de prometer, jurar, dar palabras, simplemente los hechos hablan por si mismos.

Sentido de la Honradez y la Justicia.

Honrado y Justo hasta en el más ínfimo detalle, creyendo en esa Honradez y Justicia que nace de nosotros mismos, de nuestro interior, esa que nos permite distinguir el bien del mal, lo correcto de lo incorrecto, sin zonas grises, o se es o no es.
Honradez y Justicia que definen el mundo y ponen a cada cual en el lado que le corresponde, esas que para muchos es símbolo de estupidez y desaprovechado y que, todos lo sabemos, en muchos casos y lugares no son sinónimos de Ley y Orden.

Sentido de la Cortesía

El deber de portar armas, deber y no derecho de portar armas es en beneficio de la sociedad a la que se pertenece, y en general de la humanidad. La Cortesía es una forma de demostrar la verdadera fortaleza de un ser humano. Cortesía con uno mismo no degradándose con actitudes egoístas e interesadas; con los compañeros, incluso con los que no lo son a pesar de llevar el mismo uniforme o estar en la misma oficina; con los ciudadanos que debemos cuidar, servir y proteger; y también con los enemigos, adversarios o delincuentes que nos encontremos en nuestro trayecto.
Sin Cortesía somos simples salvajes armados y peligrosos, que provocan más recelo y miedo que respeto. La autentica fuerza y seguridad en uno mismo se demuestra en la Cortesía ante todos, en todo momento y en todo lugar, por más grave que sea ese momento y ese lugar.

Sentido de la Compasión.

Cumpliendo con el Deber de portar armas, de entrenar con ellas para ser lo más rápido, eficaz y seguro posible, por el bien común que ha jurado proteger y servir; el profesional armado tiene la obligación de ayudar siempre, al compañero, al ciudadano, e incluso al enemigo o delincuente.

Quien no es capaz de parar su vehículo de servicio ante un caso tan nimio como un perro extraviado y asustado en medio de una calle, ¿cómo actuará ante una situación mucho más grave de riesgo vital con un congénere?

Lo pequeño demuestra lo grande, es una frase hermética muy repetida en muchos campos, y en este mucho más. El ayudar en pequeñas cosas a un anciano, aun niño, a una persona atemorizada e indefensa, es tan importante como ser el más rápido y certero de OK Corral.
La compasión nos hace humanos.

Sentido del Valor.

El miedo existe, el miedo ha permitido muchas cosas, incluso a nivel evolutivo, pero el miedo no debe dominar a un profesional armado, por más fuerte que este sea, el sentido del Deber principalmente, pero en realidad todos los anteriores juntos, compromete a marcar una diferencia.

Marcar una diferencia para poner nuestra integridad física y mental, nuestra vida misma, entre ese miedo y nuestros compañeros o ciudadanos, para protegerlos, socorrerlos, y en definitiva cumplir protegiendo y sirviendo.

Sin avergonzarnos de la boca seca, las piernas temblorosas, las manos imprecisas, el corazón galopante; pero sin dejarnos dominar por nada de eso, y sabiendo que nuestras vidas solo son importantes en la medida de lo que hagamos con ellas, y yendo más lejos, en algunos casos, en la medida de cómo la terminemos.

Todo eso permitirá ser valiente de una forma inteligente y eficaz, y no de forma alocada, ciega y descontrolada.

Sentido del Honor.

Honor… para algunos algo trasnochado y estúpido, fruto de una mentalidad incompatible con el mundo real, y mucho menos con el actual.

Para otros, simplemente el juez de si mismos, el que hace que las decisiones tomadas y realizadas sean el reflejo de quien se es, y no de lo que los demás ven.

Esa sencilla y corta palabra realmente aglutina y encierra todos los puntos anteriores, solo con ella podría evitarse todo este pesado y aburrido texto.

Después de todo quizás Don Quijote no fuera el orate, y si lo fueran todos los que a su alrededor pulularon. 

Quizás los chiflados sean todos los que de una manera u otra circulan por nuestro mundo sin principios ni valores.

Quizás más vale ser raro pero cuerdo y tener una referencia en la vida que nos permita saber… sentir, mejor dicho, que nuestra vida tiene un propósito, y este no es simplemente acumular, acaparar, o simplemente pasar sin más.

Quizás, solo quizás, esos valores no son tan trasnochados y aun tienen cabida en nuestro pobre mundo.

Quizás…


AUTOR : CECILIO ANDRADE - http://www.cecilioandrade.es/

 

1 comentario:

  1. Espléndido texto sobre un apasionante tema. Enhorabuena Cecilio.



    A un cara dura que casi se bautiza como Bushido en la Tierra, le deberían mandar el texto para que la vergüenza le haga quemar sus mentiras, yo me entiendo…



    Ernesto Pérez Vera.

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